Resumen generado con una herramienta de Inteligencia Artificial desarrollada por BioBioChile y revisado por el autor de este artículo.
La vida de muchos japoneses cambió tras el terremoto de 9.1 grados en 2011, que dejó más de 20 mil muertos y 2.500 desaparecidos. Masaaki Narita perdió a su hija Emi en el tsunami y se convirtió en buceador para buscarla. Narita, junto a su esposa, mantienen la esperanza de hallar algo que los conecte con Emi.
La vida de muchos japoneses cambió para siempre, luego del terremoto de 9.1 grados que asoló al país asiático a comienzos de la década pasada.
Por entonces, el tsunami fue tan devastador, que murieron más de 20 mil personas y actualmente figuran 2.500 desaparecidos.
A todo esto, el desastre fue de tal magnitud, que las olas llegaron a los 9,3 metros de altura en Sōma (Fukushima), los 8,6 en Ishinomaki (Miyagi) y los 8,5 en Miyako (Iwate).
Pero de este evento traumático, se conocieron diversas historias, pero ninguna tan emotiva como la protagonizada por Masaaki Narita, que perdió a su hija de 26 años, Emi, durante el tsunami ocurrido el 11 de marzo de 2011.
Masaaki, que perdió a su hija en la bahía de Onagawa, en la prefectura de Miyagi, quedó con una pena inconsolable, que solo ha podido mitigar ayudando a otras familias.
Es que el padre, después de asumir que el cuerpo de Emi no iba a regresar,
decidió aprender a bucear para encontrar alguna pista de su única hija.
La tragedia ocasionada por el tsunami
Al momento en que el tsunami azotó la costa, Emi trabajaba en la sucursal Onagawa del Banco Shichijushichi.
Según un reportaje de la Televisión Pública Británica (BBC), la radio advirtió que un tsunami de 6 metros de altura tocaría tierra a las 15:10.
En ese instante, todos los compañeros de trabajo de Emi, se habían resguardado en el techo de la sucursal, esperando que el daño fuera bastante menor.
Masaaki Narita y su familia en la única fotografía recuperada
Un testimonio escrito en Facebook, detalló el impacto del desastre y la total indefensión de aquellos trabajadores del banco que perecieron. “Se nos hace un nudo en la garganta cada vez que pensamos en las banqueras que, vestidas con faldas, tuvieron que subir la escalera con un miedo inimaginable, y en los banqueros que se quitaron los abrigos en el último minuto sin importar el frío, el miedo, la desesperación y el arrepentimiento”.
Al final, el agua destruyó todo a su paso, pues las olas superaron tres veces lo esperado. Tanto los edificios como los autos, quedaron devastados por el tsunami.
No obstante, el mar arrasó con todas las zonas supuestamente seguras. “Onagawa fue una de las zonas más afectadas por el tsunami”, dijo Tsutomu Yamanaka, un coordinador de ayuda que llegó a realizar labores de rescate.
Incluso, más de 5.000 edificios fueron arrasados por el tsunami, entre ellos, el banco donde trabajaba Emi.
La hija perdida
Después de ocurrido el desastre, se encontraron cuatro cuerpos de los compañeros de trabajo de Emi. Mientras tanto, Masaaki Narita, había logrado evacuar por pocos metros del fuerte oleaje del tsunami.
Con relación a la decisión de su hija de no escapar a un lugar de altura, el hombre expresó su perplejidad a los medios de comunicación.
“No entendía por qué escaparon a la azotea”, sostuvo Narita. “Allí no hay escapatoria. Si hubieran escapado a la montaña, podrían haber subido a un lugar más alto. Creí que la evacuación a la montaña era algo natural”, remarcó a BBC.
Así las cosas, después de enterarse por su esposa, de la desaparición de Emi, el padre no quiso aceptar por un largo tiempo el destino de su hija. “No podía creerlo. Aún no lo puedo creer”, dijo.
“Hasta ese momento, no tenía ninguna duda de que estaría a salvo”, expresó con pena.
El buceo de la esperanza
A primera hora de la mañana, Narita comienza a prepararse para bucear mar adentro. Lo hace en compañía de Hiromi Narita, su mujer. Pese a que Masaaki ha aceptado que su hija se encuentra fallecida, sostiene que mantiene la fe intacta.
“Aún tengo la esperanza de que podamos encontrar algo, tal vez un cuerpo humano, sea el de mi hija o no”, dijo Narita, hace algunos años a la BBC de Londres. “Antes de empezar a bucear no podía hacer nada, pero después de decidir buscar a mi hija por mi cuenta, pude sentirme un poco más optimista. Me siento animado buscándola”, agrega.
En medio del océano, su madre, también ha lidiado con su propio duelo.
Todos los fines de semana, suele preparar el almuerzo a su hija, algunas cajas de comida para Emi y las arroja al mar cada domingo. Estaban llenas de los platos favoritos de su hija: sopa de cerdo, filete Salisbury y camarón frito.
Masaaki e Hiromi junto a otras familias en duelo
“Estoy agradecida de que mi marido bucee”, dijo Hiromi a The New York Times, “porque puedo ver el amor que tenía por mi hija. Aún está aprendiendo así que todavía no habla mucho sobre lo que ve, pero cuando llega a casa tiene buen aspecto, incluso cansado. Creo que es un proceso que le hace bien porque se siente cercano a nuestra hija. Si encontramos algunas de sus cosas, estoy segura de que puede darnos una pista sobre dónde deberíamos mirar”.
Con los años que han pasado, el único recuerdo de Emi, es un retrato de tamaño real que encargaron después de su muerte.
“Así podemos tenerla entre nosotros”, afirmaron sus padres al unísono.
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